miércoles, 19 de enero de 2011

carretera

Pum, pum, pum, marcando un alto ritmo, avanzaba, subiendo la cuesta del bar, llegando a una carretera, no tenía ni idea de adonde podría llevarme aquella calzada, pero que más da, yo soy valiente, me repetía con orgullo. La carretera que parecía no tener fin aun, pronto comenzó a tener casas de colores oscuros a los lados. La música aparcada en mi cabeza ocupaba la mayor parte de mi atención, hasta que la música paró, y un ruido proveniente de muchas gargantas me sobresaltó, pocos sustos son tan fuertes como estos, ¡y menos mal! Los perros, atados intentaban saltar sobre mí, pero solo podían crear impotencia en su cabeza, saltando frente a un alambrado.
Mientras mi cabeza enfriaba, volvía a la serena realidad, la carretera dejó de tener casas a sus lados, y observé más allá, donde ésta entraba en una noche completa, apenas iluminada por las luces de los escasos coches, una parada del autobús, vacía. Aun era temprano, así que me propuse continuar hasta la parada e ignorar el desvío hacia la ciudad.
Fue un poco más tarde, cuando, gritos, esta vez humanos, de júvilo, ansiosos, pusieron mi atención en la subida hacia el monte. Corriendo como cosacos, brincando y riendo, un nutrido grupo de chicos se acercaba hacia mí, llenándome de terror, avancé corriendo más, ya que era imposible una retirada, y pisé, lo que a primera vista parecía una rama, pero que paralizado, comprobé que era una pierna mordida y desgarrada. En cuanto pude, continué corriendo, casi podía sentir los pasos de los caníbales cerca, pero no tenía el valor suficiente como para girar la cabeza, por no decir que cada vez había menos luz.
Algo saltó sobre mí, tirándome al suelo, frente a la parada de autobús, y comencé a llorar, tanto que ni me di cuenta, de que estos personajes extraños habían dejado de gritar, interrumpidos por el sonido de la llegada del autobús.

No hay comentarios:

Publicar un comentario